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Pan de la Palabra


04 Junio 2021

  • Feria – Semana 9ª del Tiempo Ordinario
  • Verde
  • Francisco Caracciolo

PRIMERA LECTURA
Del libro de Tobías 11, 5-17

Ana se sentaba todos los días y observaba el camino para ver si regresaba su hijo Tobías. Un día vio que se acercaba y le dijo a su esposo Tobit:
“Ya viene tu hijo con el hombre que lo acompañó”.
Rafael le dijo a Tobías antes de que llegaran a donde estaba el padre de este: “Estoy seguro de que sus ojos se abrirán. Úntale la hiel del pescado en los ojos y el medicamento le quitará las manchas blancas de los ojos. Entonces tu padre recobrará la vista y podrá ver la luz”.
Ana se acercó y abrazó a su hijo, diciéndole: “¡Hijo mío, ya puedo morir, después de verte!”. Y rompió a llorar. Tobit se levantó, y a tropezones llegó hasta la puerta del patio. Entonces Tobías corrió a su encuentro, con la hiel del pescado en la mano, le sopló en los ojos, lo sostuvo y le dijo: “¡Padre mío, ten ánimo!”. Entonces le untó el medicamento y con sus dos manos le desprendió las manchas blancas que tenía en los lagrimales. Tobit, al ver a su hijo, lo abrazó entre lágrimas y le dijo: “¡Hijo mío, luz de mis ojos: ya puedo verte!”. Y añadió: “Bendito sea Dios y bendito sea su excelso nombre; benditos sean todos sus ángeles para siempre, porque él me castigó, ¡pero ahora ya puedo ver a mi hijo Tobías!”.
Tobit y Ana, su esposa, entraron en la casa, llenos de alegría y alabando a Dios a voz en cuello por todo lo que les había sucedido. Entonces Tobías le contó a su padre que el Señor Dios lo había conducido por el mejor camino; que había traído el dinero; que había tomado como esposa a Sara, hija de Ragüel, y que ella estaba ya cerca de las puertas de Nínive. Tobit y Ana, llenos de alegría, salieron al encuentro de su nuera, a las puertas de Nínive. Los ninivitas, al ver que Tobit venía caminando con pasos seguros, sin que nadie lo llevara de la mano, se quedaron admirados. Tobit alababa y bendecía a Dios con grandes voces delante de todos ellos, porque Dios se había compadecido de él y le había devuelto la vista.
Tobit se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo con estas palabras: “¡Bienvenida seas, hija mía! ¡Bendito sea tu Dios, que te ha traído a nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías y bendita seas tú, hija! ¡Bienvenida seas a tu casa! Que goces de alegría y bienestar. Entra, hija mía”.
Y aquel fue un día de fiesta para todos los judíos que habitaban en Nínive. Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 145
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Alaba, alma mía, al Señor; / alabaré al Señor toda mi vida; / cantaré y tocaré para mi Dios, / mientras yo exista. R/.
El Señor siempre es fiel a su Palabra, / y es quien hace justicia al oprimido; / Él proporciona pan a los hambrientos / y libera al cautivo.R/.
Abre el Señor los ojos de los ciegos / y alivia al agobiado. / Ama el Señor al hombre justo / y toma al forastero a su cuidado.R/.
A la viuda y al huérfano sustenta / y trastorna los planes del inicuo. / Reina el Señor eternamente, / reina tu Dios, oh Sion, reina por los siglos. R/.

 

EVANGELIO
Del Evangelio según san Marcos 12, 35-37

Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?”. La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Palabra del Señor.

 LECTIO DIVINA

Para meditar

● ¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David? (Mc 12, 35-37). Jesús también sabe hacer preguntas comprometidas. Esta vez es Él quien pone en apuros a sus interlocutores. Al rey David se le prometió que de su casa, de su descendencia, vendría el Mesías. Pero en el salmo 109 (“Oráculo del Señor a mi señor”), que se atribuía a David, este lo llama “Señor” a su descendiente y Mesías. ¿Cómo puede ser hijo y a la vez señor de David? La respuesta hubiera podido ser sencilla por parte de los letrados: el Mesías, además de ser descendiente de la familia de David, sería también el Hijo de Dios, sentado a la derecha de Dios. Pero eso no lo podían reconocer. Sus ojos estaban cegados para ver tanta luz.
 

Jesús de Nazaret, el Mesías, el hijo de David, es el Señor, el Hijo de Dios. En todo el evangelio de Marcos estaba resonando esta pregunta: ¿quién es en realidad Jesús? Nosotros respondemos fácilmente: Jesús es el Señor y el Hijo de Dios. Él mismo nos ha dicho que Él es la luz, el camino, la verdad, la vida, el maestro, el pastor. No solo sabemos responder eso, sino que hemos programado nuestra vida para seguirlo fielmente y aceptar su proyecto de vida. En eso consiste sobre todo nuestra fe en Cristo. No solo en saber cosas de Él. Sino en seguirlo: o sea, hacer nuestros los valores que Él aprecia, imitar sus grandes actitudes vitales, su amor de hijo a Dios, su libertad interior, su entrega por los demás, su esperanza optimista en las personas y en la vida...

 

Para reflexionar

La multitud escuchaba con agrado a Jesús. ¿Con qué actitud acojo la Palabra de Dios? ¿Estoy dispuesto a dejar que ella transforme cada aspecto de mi vida?

Oración final

Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Amén.


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