PRIMERA LECTURA
Del profeta Isaías 49, 1-6
Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, Él pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”. Entonces yo pensé: “En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios”.
Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a Él y congregar a Israel en torno suyo –tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza–. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo solo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”.Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 138
R/. Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente
•Tú me conoces, Señor, profundamente: / tú conoces cuando me siento y me levanto, / desde lejos sabes mis pensamientos, / tú observas mi camino y mi descanso, / todas mis sendas te son familiares. R/.
•Tú formaste mis entrañas, / me tejiste en el seno materno. / Te doy gracias por tan grandes maravillas; / soy un prodigio y tus obras son prodigiosas. R/.
•Conocías plenamente mi alma; / no se te escondía mi organismo, / cuando en lo oculto me iba formando / y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.
EVANGELIO
Del Evangelio según san Lucas 1, 57-66.80
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?”. Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él. El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
Para meditar
● La fiesta de hoy, con sus lecturas, nos ayuda a reflexionar en varias direcciones sobre nuestra identidad como cristianos y como testigos del evangelio en el mundo de hoy.
a) Es Dios quien elige a sus profetas. No se arrogan ellos la misión. Dios los llama ya desde el seno materno: como al Siervo de que habla Isaías, como a Jesús, como a Juan. No estamos celebrando tanto lo grande que fue Juan, sino cómo en él se mostró el plan salvador de Dios, correspondido, eso sí, por Juan con una actitud de fe y de firmeza. También a nosotros nos ha elegido Dios. Desde nuestro Bautismo y Confirmación, somos personas que tienen en este mundo no solo la misión de ser fieles a Dios, sino de darlo a conocer y de preparar el camino a Jesús. La salvación no la conseguimos nosotros, sino que nos la da Dios.
b) La misión del profeta es hermosísima, como la de Juan: preparar al pueblo a la acogida del Mesías, señalarlo ya presente en medio de ellos y mostrar a todos quién es el Cordero que quita el pecado del mundo. O sea, preparar el camino a Jesús, ser su precursor y pregonero.
c) El profeta no sustituye a Dios. Juan no era la luz, sino testigo de la luz. No era la Palabra, sino el pregonero de la Palabra, a veces en la soledad del desierto. No era el Mesías, sino su “telonero” y preparador. “Yo no soy el que ustedes piensan, sino que detrás de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias”. Juan es “el amigo del Esposo”. Es el mayor de entre los nacidos de mujer, pero solo es Precursor: el Salvador es otro. “Irás delante del Señor a preparar sus caminos”.
d) Juan fue recio en su testimonio. Asceta en el desierto, humilde ante la aparición del Mesías, decidido y fuerte en el anuncio y en la denuncia cuando su palabra resultaba incómoda, mártir de la verdad que proclamaba.
Para reflexionar
●¿En qué circunstancias es necesario que seamos “precursor” del Señor para nuestro prójimo? ¿Somos capaces de acoger los planes de Dios con convicción?
Oración final
Enséñanos, Señor Jesús, a saber ser como el trigo que cae en tierra y muere para que una nueva vida resurja. Amén.
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