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Pan de la Palabra


26 Diciembre 2021

  • SAGRADA FAMILIA
  • Blanco

PRIMERA LECTURA

Del libro del Eclesiástico (Sirácida) 3, 2-6.12-14

El Señor honra al padre en los hijos y respalda la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre queda limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre.
Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre.
Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes tristeza; aunque se debilite, ten paciencia con él y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor. El bien hecho al padre no quedará en el olvido y se tomará a cuenta de tus pecados.palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 127
R/.Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor / y sigue sus caminos: / comerá del fruto de su trabajo, / será dichoso, le irá bien. R/.
Su mujer, como vid fecunda, / en medio de su casa; / sus hijos, como renuevos de olivo, / alrededor de su mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: / “Que el Señor te bendiga desde Sion, / que veas la prosperidad de Jerusalén / todos los días de tu vida”.R/.




EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia”. Él les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.

Palabra del Señor.

 

 LECTIO DIVINA

Para meditar

La familia de Nazaret, a la que siempre nos deberíamos acercar con un infinito respeto, porque está sumergida en el misterio de Dios, aparece como un modelo amable de muchas virtudes que deberían copiar las familias cristianas: la mutua acogida, la comunión perfecta, la fe en Dios, la fortaleza ante las dificultades, el cumplimiento de las leyes sociales y de la voluntad de Dios.
 

El programa que aparece en los textos de esta fiesta vale para las familias, para las comunidades religiosas, para las parroquias, para la humanidad entera. Nos irían bastante mejor las cosas si en verdad los hijos cuidaran de sus padres siguiendo los consejos del Sirácida, y si en nuestras relaciones con los demás vistiéramos ese “uniforme” del que habla Pablo: misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión, amor, capacidad de perdón. Los consejos de Pablo parecen pensados para nosotros: “Perdónense, cuando alguno tenga quejas contra otro; que la paz de Cristo actúe de árbitro en su corazón; y, por encima de todo, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada”.
 

La fiesta de hoy no nos da soluciones técnicas y económica para la vida familiar o social, pero nos ofrece las claves más profundas, humanas y cristianas, de esta convivencia. Habrán cambiado las condiciones sociales y el modo de relacionarse padres e hijos en comparación con las que describía el libro del Sirácida o el mismo Pablo en su tiempo. Ahora, por ejemplo, se tienen mucho más en cuenta los derechos de cada persona y el diálogo. Pero los principios y los valores principales siguen ahí: el respeto mutuo, el amor, la solidaridad, la tolerancia, la ayuda mutua. De Jesús, cuando volvió a Nazaret, se dice explícitamente: “Y siguió sujeto a su autoridad”.
 

También con fe y oración. Este programa de vida familiar y comunitaria no es nada fácil. No se puede basar solo en la filantropía humana, o en motivos de interés o de mera convivencia civilizada, sino sobre todo en la ayuda de Dios, en la fe, en la oración, en la certeza de sabernos amados por Dios.
 

Para una vida familiar y comunitaria sólida necesitamos la fe, porque el motivo de este amor que se nos pide es el amor que Dios nos ha mostrado en su Hijo, y que estos días se nos ha presentado de un modo más explícito. Juan, en su carta, además de afirmar que somos de verdad hijos de Dios, a pesar de nuestras debilidades, saca la conclusión de que nos tenemos que amar unos a otros, como consecuencia de ese amor que Dios nos tiene a todos. Cuando Pablo invita a las mujeres y a los maridos y a los hijos a superar las dificultades que puedan encontrar ya vivir en paz y armonía, añade una pequeña pero significativa expresión: “En el Señor”.

Para reflexionar

¿Cómo estás viviendo en tu hogar y en tu comunidad el Año de la Familia Amoris laetitia convocado por el papa Francisco?

Oración final
Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque me has revelado tu bondad y tu amor. Haz que conmigo puedan cumplir tu voluntad también mis familiares, hermanas y hermanos, todos los que hacen un camino comunitario conmigo y así anticipar en esta tierra y después gozar en el cielo las maravillas de tu amor. Amén.


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