PRIMERA LECTURA
De la profecía de Amós 7, 10-17
En aquel tiempo, Amasías, sacerdote de Betel, le envió este mensaje a Jeroboán, rey de Israel: “Amós está conspirando contra ti en Israel y el país ya no puede soportar sus palabras, pues anda diciendo que Jeroboán morirá a espada e Israel saldrá de su país al destierro”. Amasías le dijo a Amós: “Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”. Respondió Amós: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’. Y ahora escucha tú la palabra del Señor. Tú me dices: ‘No profetices contra la casa de Israel. No vaticines contra la casa de Isaac’. Pues bien, esto dice el Señor: ‘Tu mujer será deshonrada en plena calle; tus hijos e hijas morirán a espada; tu tierra se la repartirán los vencedores; tú mismo morirás en tierra pagana e Israel será desterrado lejos de su país’”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 18
R/. La voluntad de Dios es santa.
• La ley del Señor es perfecta del todo / y reconforta el alma; / inmutables son las palabras del Señor / y hacen sabio al sencillo. R/.
• En los mandamientos de Dios hay rectitud / y alegría para el corazón; / son luz los preceptos del Señor / para alumbrar el camino. R/.
• La voluntad de Dios es santa / y para siempre estable; / los mandamientos del Señor son verdaderos / y enteramente justos. R/.
• Más deseables que el oro y las piedras preciosas / las normas del Señor, / y más dulces que la miel / de un panal que gotea. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 1-8
En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaún, su ciudad. En esto, trajeron a donde Él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados”. Al oír esto, algunos escribas pensaron: “Este hombre está blasfemando”. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir: ‘Se te perdonan tus pecados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –le dijo entonces al paralítico–: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
• Tus pecados están perdonados. El episodio evangélico de hoy tiene lugar en Cafarnaún, la ciudad de Jesús, adonde ha regresado desde la región de Gadara. Los protagonistas de la escena son Jesús, un paralítico y algunos letrados. Viendo el Señor la fe que tenían, comienza por decir algo que resulta sorprendente ante un enfermo que viene buscando curación: “¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados”. Una vez más el milagro va a ser fruto de la fe del enfermo y de la comunidad en que vive con sus familiares y amigos. Y va a evidenciar también el proceso de salvación integral del hombre mediante el perdón que Jesús le otorga. Al perdonarle los pecados, lo está curando también de su enfermedad, porque esta, según la mentalidad judía, era consecuencia del pecado personal o de los propios padres.
Según la teología, las dimensiones del sacramento del perdón, también llamado penitencia o reconciliación, son básicamente tres: la cristológica, la eclesial y la personal. La dimensión cristológica y pascual se verifica en la reconciliación del pecador con Dios en virtud del perdón universal de los pecados que se dio de una vez para siempre en la cruz redentora y gloriosa de Cristo.
La dimensión eclesial y comunitaria de la reconciliación indica que el perdón de Dios al hombre se realiza también por mediación de la comunidad de fe, culto y vida que es la Iglesia. Lo mismo que el pecado tiene proyección social, su perdón tiene también referencia comunitaria en la reconciliación con los hermanos y con Dios. Es la absolución del sacerdote la que restablece esa comunión vital.
Finalmente, la dimensión personalista del sacramento de la reconciliación radica en la gozosa experiencia personal del perdón de Dios, que nos regenera y rehabilita, restableciéndonos a la condición de hijos suyos y hermanos de los demás.
para reflexionar
• ¿En nuestras tareas y compromisos buscamos, ante todo, cumplir la voluntad de Dios, o perseguimos intereses mezquinos y egoístas?
ORACIÓN
Reconcílianos, Señor, contigo y con los hermanos para poder sentarnos de nuevo a tu mesa en la fiesta. Amén.
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