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Pan de la Palabra


17 Septiembre 2022

  • Memoria libre – Semana 24ª del Tiempo Ordinario
  • Verde / Blanco
  • SAN ROBERTO BELARMINO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA, O SANTA HILDEGARDA DE BINGEN, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA, O B.V.M.

PRIMERA LECTURA

De la Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 35-37.42-49

Hermanos: Hay algunos que preguntan: “¿Cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo van a tener?”. Es que no se han puesto a pensar que el grano que se siembra tiene que morir, para que nazca la planta. Lo que se siembra no es la planta que va a brotar, sino solamente la semilla, por ejemplo, de trigo o de cualquier otra cosa. Lo mismo sucede en la resurrección de los muertos: se siembra un cuerpo corruptible y resucita incorruptible; se siembra un cuerpo miserable y resucita glorioso; se siembra débil y resucita fuerte; se siembra un cuerpo puramente humano y resucita un cuerpo vivificado por el Espíritu divino.

Pues si existe un cuerpo puramente humano, también existe un cuerpo vivificado por el Espíritu. En efecto, la Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es Espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después. El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.

 

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 55

R/. Caminaré en la presencia del Señor.

 Yo sé bien que el Señor está conmigo; / Por eso en Dios, cuya promesa alabo, / sin temor me confío. / ¿Qué hombre ha de poder causarme daño? R/.
• Te debo, Señor, las promesas que te hice, / te las cumpliré con acción de gracias, / porque libraste mi vida de la muerte / mis pies de la caída, / para que camine en la presencia de Dios, / mientras tengo la luz de la vida. R/.

 

EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos, otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola: “Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer estos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Entonces le preguntaron los discípulos: “¿Qué significa esta parábola?”. Y Él respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás, solo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. La parábola significa esto: la semilla es la Palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la Palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba, fallan. Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia”.

 

Palabra del Señor.

 

 

LECTIO DIVINA

PARA MEDITAR

• La colaboración del hombre. Del conjunto de la parábola se deduce que Dios brinda al hombre gratuitamente la salvación que el Reino aporta; pero tal salvación no se logra de manera automática y fulminante, ni sin la colaboración del ser humano. Queda patente que son dos los factores determinantes de la liberación humana: el primero y fundamental es la iniciativa de Dios, y el segundo la respuesta afirmativa del hombre y de la mujer, a quienes Dios quiere con amor gratuito.

El Señor no se impone al hombre ni violenta su libertad, que Él le dio y respeta en todo momento. Aunque la Palabra de Dios es siempre eficaz porque en todo caso pide respuesta y siempre nos juzga, su eficacia positiva se supedita al querer del hombre, que puede aceptar o rechazar la invitación de Dios. Esa es nuestra responsabilidad, nuestra grandeza y nuestra miseria.

 

Para que fructifique en nosotros la Palabra del Reino hemos de despojarnos de cuanto la asfixia: superficialidad, oportunismo, inconstancia, afán de riqueza e idolatría del placer, para poder ofrecerle un suelo mullido, con la hondura suficiente y el calor que necesita la simiente para germinar y granar.

 

La ley de crecimiento del Reino. La transformación del hombre y de la mujer en creyentes y discípulos de Cristo, en depositarios de la salvación de Dios, en seres renacidos con criterios y actitudes nuevas, se produce de manera lenta y progresiva, como el crecimiento de la semilla del Reino. Esta requiere tiempo y un terreno apto, es decir, el corazón noble y generoso de los que escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto, perseverando en las pruebas cotidianas de la vida.

 

Esa es la ley de crecimiento del Reino que Jesús mismo estableció como regla del juego, sin recurrir a su poder divino para propiciar un triunfo avasallador y fulminante, como esperaban los judíos que sería la salvación mesiánica del Reino de Dios.

Y ese es el estilo paciente y humilde que debe asimilar la Iglesia de Cristo, cada cristiano y cada comunidad, con una actitud de amor y servicio al hermano, en medio de un mundo sumido en la increencia y la inconstancia, el materialismo y el vértigo consumista, la soberbia autónoma y el sentido hedonista de la vida, la violencia y la explotación de los semejantes. Todo eso constituye los condicionamientos negativos que ahogan la semilla del Reino, transmitida por la Palabra de Cristo.

 

para reflexionar

• ¿Qué clase de terreno somos para la gracia de Dios y la sementera del Evangelio? ¿Cae en nosotros la semilla como en el duro camino? ¿Somos el pedregal en que no puede echar raíces? ¿Desfallecemos en el momento de la prueba? ¿Ahogamos la semilla con nuestros intereses mezquinos? ¿Qué necesitamos para ser la tierra fértil?

 

ORACIÓN FINAL

Con la fuerza de tu Espíritu libéranos, Señor, de nuestra mezquindad, superficialidad, inconstancia, fiebre consumista e idolatría del dinero y del placer. Así tu Palabra dará en nosotros cosecha de eternidad. Amén.

 


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