PRIMERA LECTURA
De la Segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 17–11, 2
Hermanos: Si alguno quiere enorgullecerse, que se enorgullezca en el Señor, porque el hombre digno de aprobación no es aquel que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba. Ojalá soportaran ustedes que les dijera unas cuantas cosas sin sentido. Sopórtenmelas, pues estoy celoso de ustedes con celos de Dios, ya que los he desposado con un solo marido y los he entregado a Cristo como si fueran ustedes una virgen pura.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 148
R. Que alaben al Señor todos sus fieles.
• Alaben al Señor en las alturas, / alábenlo en el cielo; / que alaben al Señor todos sus ángeles, / celestiales ejércitos. R/.
• Reyes y pueblos todos de la tierra, / gobernantes y jueces de este mundo; / jóvenes y doncellas, / niños y ancianos juntos, / el nombre del Señor alaben todos, / pues su nombre es excelso. R/.
• Su gloria sobrepasa cielo y tierra / y ha hecho fuerte a su pueblo. / Que lo alaben los fieles de Israel, / a quien Él eligió como su pueblo. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
● El ejemplo de Pablo nos sigue interpelando. Nuestra actuación en favor de la comunidad ha de ser intachable, desinteresada, sin buscarnos a nosotros mismos o las ventajas económicas. De nuevo el salmo 138 nos recuerda que estamos ante la mirada penetrante de Dios: “Señor, tú me sondeas y me conoces... ¿a dónde iré lejos de tu aliento, a dónde escaparé de tu mirada?”.
Para nuestra vida de entrega por los demás, si ayer se nos presentaba como modelo el amor de una madre, hoy se nos habla del amor de un padre, con un trato personal a la vez suave y enérgico, ayudando a todos a “vivir como se merece Dios”.
● ¿Se nos podría achacar algo de esto? ¿No andamos preocupados por lo que los demás piensan de nosotros, cuando en lo que tendríamos que trabajar es en mejorar nuestro interior, en la presencia de Dios, a quien no podemos engañar?
También conviene que nos evaluemos en el otro aspecto que Jesús denuncia: ¿somos de las personas que, de palabra, se distancian de los malos, como los fariseos de sus antepasados (“nosotros no hubiéramos hecho eso de ninguna manera”), pero en realidad somos tan malos o peores que ellos, cuando se nos presenta la ocasión? Se podría decir algo así de la Iglesia, que denuncia, y con razón, los defectos de la sociedad, pero que puede caer en las mismas faltas que critica, como la ambición o la violencia o el interés por el poder. Y también de cada uno de nosotros, los “buenos”, siempre tentados de creernos los mejores, los perfectos, cuando en realidad tal vez somos espiritualmente más pobres que los que tenemos por alejados o no creyentes.
PARA REFLEXIONAR
● ¿Es auténtica o falsa nuestra apariencia de piedad? ¿Sería muy exagerado tacharnos de “sepulcros blanqueados”?
ORACIÓN FINAL
Establece, Señor, tu ley de amor y de amistad en lo más profundo de nuestros corazones rejuvenecidos, para que sepamos responderte como tú mereces, porque amarte a ti y a los demás es cumplir tu ley enteramente. Conviértenos, Señor, de la hipocresía autosuficiente, para que demos frutos abundantes de conversión. Amén.
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