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Pan de la Palabra


27 Septiembre 2024

  • Memoria obligatoria – Semana 25ª del tiempo Ordinario
  • Blanco
  • San Vicente de Paúl, presbítero

PRIMERA LECTURA

Del libro del Eclesiastés (Qohélet) 3, 1-11

Hay un tiempo para cada cosa y todo lo que hacemos bajo el sol tiene su tiempo. Hay un tiempo para nacer y otro para morir; uno para plantar y otro para arrancar lo plantado. Hay un tiempo para matar y otro para curar; uno para destruir y otro para edificar. Hay un tiempo para llorar y otro para reír; uno para gemir y otro para bailar. Hay un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; uno para abrazarse y otro para separarse. Hay un tiempo para ganar y otro para perder; uno para retener y otro para desechar.

Hay un tiempo para rasgar y otro para coser; uno para callar y otro para hablar. Hay un tiempo para amar y otro para odiar; uno para hacer la guerra y otro para hacer la paz. ¿Qué provecho saca el que se afana en su trabajo? He observado todas las tareas que Dios ha encomendado a los hombres para que en ellas se ocupen. Todo lo ha hecho Dios a su debido tiempo y le ha dado el mundo al hombre para que reflexione sobre él; pero el hombre no puede abarcar las obras de Dios desde el principio hasta el fin.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 143
R. Bendito sea el Señor, mi fortaleza.

• Bendito sea el Señor, / mi roca firme; / Él adiestró mis manos y mis dedos / para luchar en lides. R/.


• Él es mi amigo fiel, mi fortaleza, / mi seguro escondite, / escudo en que me amparo, / el que los pueblos a mis plantas rinde. R/.

• Señor, ¿qué tiene el hombre / para que en él te fijes? / ¿Qué hay en él de valor, / para que así lo estimes? / El hombre es como un soplo; / sus días, como sombra que se extingue. R/.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-22

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”. Él les dijo: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.

Palabra del Señor.

 

 

LECTIO DIVINA

PARA MEDITAR

 

A los seguidores de Jesús en el hoy de nuestra historia nos asaltarán muchas preguntas sobre esta “necesidad de padecer”, pero se despejarán paulatinamente cuando, desde la fe en el misterio pascual de Jesucristo, descubramos que a estas experiencias y situaciones fundamentales de nuestra existencia las llamamos con toda razón situaciones límites, escenarios de los que no podemos salir y a los que no podemos alterar, mientras no comprendamos el sentido etimológico de “padecer” con los demás desde la perspectiva cristiana de tener una sensibilidad profunda hacia los sentimientos que habitan en el ser humano de nuestro tiempo.

 

Quizá no tengamos idea de qué o cómo hacer para apropiarnos de esa “necesidad de padecer”; nos resulta inaceptable, repugnante, pero nos abre una inmensa luz la experiencia de que Jesús, el Mesías, el Cristo, se hizo hombre (hijo de Adán) para compartir toda nuestra vida, incluidas las llamadas situaciones límite, y que solo siguiendo este mismo camino, compartiremos efectivamente la existencia de los seres humanos, su pasión, su sufrimiento, su rechazo, su ejecución y finalmente su resurrección.

 

PARA REFLEXIONAR

 

¿Qué adjetivos describen la identidad de Jesús en nuestras comunidades cristianas y en nuestra sociedad secularizada?

¿Cómo mostrar que Jesús es el Mesías porque asume la muerte para dar una vida resucitada a quien lo acepte como Mesías de Dios?

 

ORACIÓN FINAL

 

Padre, que con la fuerza de tu Espíritu Santo reconozca que Jesús es el Mesías de Dios, que proclame que es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, de modo que la Buena Noticia no suscite adhesiones superficiales, sino permanentes, personalidades marcadas por el encuentro con su persona. Amén.

 


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