PRIMERA LECTURA
De la Primera carta del apóstol san Juan 1, 1-4
Queridos hermanos: Les anunciamos lo que ya existía desde el principio, lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos. Nos referimos a Aquel que es la Palabra de la vida. Esta vida se ha hecho visible y nosotros la hemos visto y somos testigos de ella. Les anunciamos esta vida, que es eterna, y estaba con el Padre y se nos ha manifestado a nosotros. Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, y juntos estemos unidos con el Padre y su Hijo, Jesucristo. Les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 96
R. Alégrense, justos, con el Señor.
• Reina el Señor, alégrese la tierra; / cante de regocijo el mundo entero. / Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor, / que se asienta en la justicia y el derecho. R/.
• Los montes se derriten como cera / ante el Señor de toda la tierra. / Los cielos pregonan su justicia; / su inmensa gloria ven todos los pueblos. R/.
• Amanece la luz para el justo / y la alegría para los rectos de corazón. / Alégrense justos, con el Señor / y bendigan su santo nombre. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Juan 20, 2-8
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más a prisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
La Navidad, con la fiesta de san Juan, nos inserta en el misterio del Dios encarnado, Jesucristo, la persona del Hijo único y eterno del Padre que se encarnó, así como en la experiencia de la primitiva comunidad cristiana, que al no poder ya participar en la vida cultual de los judíos, toma mayor conciencia de la plenitud que recibía del Verbo hecho carne, transmitiendo la profundidad de lo que le ha acontecido, el ver, el oír, el contemplar, el palpar con sus manos, el realismo de la encarnación. Jesús, el Verbo encarnado, crucificado y resucitado es también para nosotros, como lo fue para aquella comunidad, fuente de agua viva (Jn 7, 37-38), luz del mundo (Jn 8, 12), pan de vida (Jn 6, 35), nuevo Templo (Jn 2, 19-22).
La Navidad con el realismo de la encarnación nos anuncia que hemos de proclamar la fe en Él y, con la fe, la vida eterna que existía junto al Padre y que se nos manifestó. Lo verdaderamente importante es anunciar la revelación del Verbo en la carne que contemplamos, que ha de ser ofrecida a todos en Jesucristo. El misterio de la encarnación nos asegura que seremos resucitados con nuestra personalidad, que la salvación supone la restauración de la totalidad de la persona, así como su integración en la personalidad de la comunidad que la celebra, vive, anuncia y ora.
PARA REFLEXIONAR
¿Cómo hacer experimentable la cercanía del Dios eterno en la persona de su Hijo Jesucristo, Verbo encarnado que revela el rostro eterno del Padre e inserta en la comunión trinitaria?
¿Quiénes son los adversarios de la encarnación en nuestra sociedad que se proclama agnóstica?
ORACIÓN FINAL
Padre, que por tu Espíritu Santo seamos investidos con autoridad para anunciar a muchos lo que hemos visto y oído para no ceder ante quienes pretenden negar el misterio de la encarnación de Jesucristo, y para testimoniar que la vida se manifestó y hemos contemplado tu gloria. Amén.
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