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Pan de la Palabra


28 Enero 2025

  • Memoria obligatoria – Semana 3ª del tiempo Ordinario
  • Blanco
  • Santo Tomás de Aquino

PRIMERA LECTURA

De la Carta a los Hebreos 10, 1-10

Hermanos: Puesto que la ley de la antigua alianza no contiene la imagen real de los bienes definitivos, sino solamente una sombra de ellos, es absolutamente incapaz, por medio de los sacrificios, siempre iguales y ofrecidos sin cesar año tras año, de hacer perfectos a quienes intentan acercarse a Dios. Porque si la ley fuera capaz de ello, ciertamente tales sacrificios hubieran dejado de ofrecerse, puesto que los que practican ese culto, de haber sido purificados para siempre, no tendrían ya conciencia de pecado.

Por el contrario, con esos sacrificios se renueva cada año la conciencia de los pecados, porque es imposible que pueda borrarlos la sangre de toros y machos cabríos. Por eso, al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije –porque a mí se refiere la Escritura –: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”. Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado –siendo así que eso es lo que pedía la ley –; y luego añade: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”. Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 39
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

• Esperé en el Señor con gran confianza; / Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. / Él me puso en la boca un canto nuevo, / un himno a nuestro Dios. R/.


• Sacrificios y ofrendas no quisiste, / abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. / No exigiste holocaustos por la culpa, / así que dije: “Aquí estoy”. R/.


• He anunciado tu justicia / en la gran asamblea; / no he cerrado mis labios: / tú lo sabes, Señor. R/.

• No callé tu justicia, antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio. / Tu amor y tu lealtad no los he ocultado / a la gran asamblea. R/.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”. Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Palabra del Señor.

 

 

LECTIO DIVINA

PARA MEDITAR

 

Realmente estamos ante un misterio santificador que se presenta a sí mismo atrayente, fascinante y envolvente porque nos convoca a vivir verdaderamente como hijos de Dios Padre, al aceptar el único sacrificio de Cristo. Su cuerpo entregado a la muerte nos ha perdonado los pecados, nos ha santificado y nos ha convertido en hermanos y hermanas de Jesús. Este es un misterio que supera infinitamente cualquier proyecto meramente humano de filiación y fraternidad. 


De aquí en adelante nuestra confesión de la verdadera fe, basada no en sacrificios externos, sino en el único agradable al Padre, nos debe abrir de par en par la mente y el corazón al misterio inagotable de Dios, que impregna la totalidad de nuestra existencia humana y cristiana. Ya no tenemos motivos ni justificación para sentirnos autosuficientes ni para cerrarnos al misterioso plan de Dios sobre nosotros. Somos conscientes de que el amor del Padre, que se revela en la persona de Cristo, sumo sacerdote, nos perdona y santifica.


PARA REFLEXIONAR

 
¿En qué sentido podemos actuar en el mundo como hijos de Dios que, sabiéndose perdonados, llevan perdón a los que más lo necesiten y Buenas Noticias a quien se siente abandonado?
¿De qué manera podemos ser testigos de que Dios no exige sacrificios, sino el cumplimiento de su voluntad?


ORACIÓN FINAL 


Padre, que con tu Espíritu Santo sepamos profundizar el sentido salvífico y santificador de las Palabras de Jesús: “¡He aquí que vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad!”. Que nuestro estilo de vida cristiana atestigüe a muchos que tú eres un Dios de perdón, un Dios amigo de tus hijos. Amén.



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