PRIMERA LECTURA
Del profeta Jeremías 1, 4-10
En tiempo de Josías, el Señor me dirigió estas palabras: “Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré profeta para las naciones”. Yo le contesté: “Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un muchacho”. El Señor me dijo: “No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”, palabra del Señor. El Señor extendió entonces su brazo, con su mano me tocó la boca y me dijo: “Desde hoy pongo mis palabras en tu boca y te doy autoridad sobre pueblos y reyes, para que arranques y derribes, para que destruyas y deshagas, para que edifiques y plantes”.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 70
R. Desde el seno de mi madre tú eres mi apoyo.
• Señor, tú eres mi esperanza, / que no quede yo jamás defraudado. / Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; / escucha mi oración y ponme a salvo. R/.
• Sé para mí un refugio, / ciudad fortificada en que me salves. / Y pues eres mi auxilio y mi defensa, / líbrame, Señor, de los malvados. R/.
• Señor, tú eres mi esperanza; / desde mi juventud en ti confío. / Desde que estaba en el seno de mi madre, / yo me apoyaba en ti y tú me sostenías. R/.
• Yo proclamaré siempre tu justicia / y a todas horas, tu misericordia. / Me enseñaste a alabarte desde niño / y seguir alabándote es mi orgullo. R/.
SEGUNDA LECTURA
De la Primera carta del apóstol san Pedro 1, 8-12
Hermanos: Ustedes no han visto a Cristo Jesús y, sin embargo, lo aman; al creer en Él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe. Los profetas, cuando predijeron la gracia destinada a ustedes, investigaron también profundamente acerca de la salvación de ustedes. Ellos trataron de descubrir en qué tiempo y en qué circunstancias se habrían de verificar las indicaciones que el Espíritu de Cristo, que moraba en ellos, les había revelado sobre los sufrimientos de Cristo y el triunfo glorioso que los seguiría. Pero se les dio a conocer que ellos no verían lo que profetizaban, sino que estaba reservado para nosotros. Todo esto les ha sido anunciado ahora a ustedes, por medio de aquellos que les han predicado el Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo, enviado del cielo, y ciertamente es algo que los ángeles anhelan contemplar.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 5-17
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad. Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecerle el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación. Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
La espera paciente y hasta desconcertante de la pareja Zacarías e Isabel, su no resignarse a morir sin hijos a pesar de la esterilidad de ella y la ancianidad de ambos, nos muestra que cuando se trata de la oración, es necesario dar la palabra solo y únicamente al Espíritu Santo, es abandonarnos por la fe a su acción, es resistirnos a la tentación de anularla o corregirla con nuestras urgencias. La manera excelente de no vivir insatisfechos por la escucha de la oración, es actuar de manera que ella, por la actuación del Espíritu, sea escuchada oportunamente.
Nuestra oración debe establecer una relación de amor única con el Dios a quien nos dirigimos, porque en ella cada uno estamos insertos en un tejido comunitario, sintiéndonos solidarios con los otros, corresponsables de la vida, del presente y del futuro de los demás. Somos hijos de Dios, pero también hermanos de todos. Esto da a nuestra oración una dimensión sorprendente de originalidad y de participación que no quedará sin respuesta. La oración personal y la comunitaria se complementan, se necesitan mutuamente, una refuerza a la otra, una provoca a la otra y, finalmente, es escuchada nuestra petición.
PARA REFLEXIONAR
¿Qué tan paciente es nuestra espera cuando se trata de dar tiempo a que Dios actúe en nuestra propia vida y en la de la comunidad?
¿Cómo respondemos a lo que consideramos retrasos de Dios, que tan solo lo son respecto a nuestros impacientes planes, pero no respecto a los suyos?
ORACIÓN FINAL
Padre, unifica nuestro corazón con la gracia de tu Espíritu Santo, para que aprendamos que la oración y la espera tienen su recompensa a su debido tiempo, y sorprendernos de cómo Zacarías escucha que su mujer, Isabel, le engendrará un hijo, al que llamará con el nombre Juan. Amén.
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