PRIMERA LECTURA
De la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 20-25
Hermanos: La fe de Abraham no se debilitó a pesar de que, a la edad de casi cien años, su cuerpo ya no tenía vigor, y además, Sara, su esposa, no podía tener hijos. Ante la firme promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza, antes bien su fe se fortaleció y dio con ello gloria a Dios, convencido de que Él es poderoso para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.
Ahora bien, no solo por él está escrito que “se le acreditó”, sino también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Lc 1, 69-75
R. Bendito sea el Señor, Dios de Israel.
• El Señor ha hecho surgir en favor nuestro / un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. / Así lo había anunciado desde antiguo, / por boca de sus santos profetas. R/.
• Anunció que nos salvaría de nuestros enemigos / y de las manos de todos los que nos aborrecen, / para mostrar su misericordia a nuestros padres / y acordarse de su santa alianza. R/.
• El Señor juró a nuestro padre Abraham / que nos libraría del poder de nuestros enemigos, / para que pudiéramos servirlo sin temor, / con santidad y justicia, / todos los días de nuestra vida. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”.
Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.
Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico tuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo.
Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’. Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.
Palabra del Señor.
LECTIO DIVINA
PARA MEDITAR
Seguir a Cristo de un modo radical nos exige renunciar al uso egoísta de los bienes materiales, a su acumulación sin medida solo para el disfrute personal, recibiéndolos como don de Dios y poniéndolos al servicio de los hermanos. Debemos entender que se trata de aprender a vivir nuestra relación con los bienes a partir de Cristo, como un estilo de vida creyente que nos impulse a llegar a ser interiormente libres para el servicio al prójimo.
Todos los que nos consideramos seguidores de Jesús, cada persona individualmente, así como cada una de las comunidades cristianas, debe estar atenta a la cuestión de la riqueza a fin de no perder de vista el cuidado de los pobres con los bienes recibidos del Señor, por lo que este asunto debe ser continuamente objeto de nuestro atento examen de conciencia. Entonces no estaremos preocupados por la acumulación egoísta, sino por el compartir fraterno, generando redes de solidaridad y justicia.
PARA REFLEXIONAR
¿Estamos usando los bienes que generosamente recibimos del Señor en función de los más necesitados?
ORACIÓN FINAL
Padre, que tu Espíritu Santo nos enseñe a hacer uso correcto de los muchos o pocos bienes que colocas en nuestras manos para beneficio de los más desfavorecidos; que las cosas que preparamos las puedan disfrutar aquellos que nos acercan al querer de Jesús y a la construcción de su Reino. Amén.
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