A pesar de todas las aseveraciones en contra, en la opinión pública reina un interés continuo por la persona de Jesús y los comienzos del cristianismo. El hecho de que ese interés no siempre se mueva en una dirección como la que sería deseable desde el punto de vista teológico, es, sin duda, otra cosa. El descubrimiento de (supuestos) secretos bíblicos, la mirada a un Jesús completamente distinto y la develación de conspiraciones que llegarían hasta las más altas esferas eclesiásticas, ejercen, en todo caso, una atracción virtualmente magnética sobre muchas personas. Con permanente regularidad se presentan a la opinión pública hallazgos arqueológicos espectaculares y sensacionales escritos ocultos […].