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se ocupa de un tema clásico, puesto en la perspectiva de la filosofía contemporánea: la superación de la metafísica. Superaciones de este tipo las ha habido muchas, y se cuentan tantas, que bien puede ocurrir que la lógica misma de la historia de la filosofía no consista en otra cosa que en los reiterados esfuerzos por superar la metafísica. La más determinante en el siglo XX fue la practicada por Heidegger. Su sentido predominantemente negativo fue el de una “destrucción” de la tradición con miras a una refundación de la cuestión del Ser, cuya medida del diálogo con la historia de la filosofía fue la de un “paso atrás” por fuera de ella. Para catapultar este salto, Heidegger enjuició toda la historia de la metafísica imputándole la que él consideraba su estructura esencial: la onto-teología. Como escribe Jean-Luc Marion, con este concepto Heidegger puso en marcha una nueva definición de la esencia de la metafísica, pero instaurando a su vez una hermenéutica de la historia de la filosofía cuya potencia sólo es comparable a la desplegada por Hegel. Pero dicha interpretación ha despertado toda suerte de críticas. Las más viscerales le han sido dirigidas por los últimos representantes de la fenomenología francesa (Emmanuel Lévinas, Jacques Derrida, Jean-Luc Marion, entre otros) para quienes la superación de la metafísica no es posible mediante una vuelta —en sí misma metafísica— de la cuestión del Ser, sino mediante un pensamiento que se autoriza a replantear a Dios como cuestión. Las obras de estos autores permiten constatar esta arremetida antiheideggeriana en el contexto francés de la fenomenología. Esta se levanta a su vez como una “superación de la superación” heideggeriana de la metafísica dirigida a una remoción del pensamiento del Ser que libera a Dios de la onto-teología, y que ha provocado el debate del llamado “giro teológico” de la fenomenología.